Hace algunos años apareció en casa de mis abuelos un antiguo libro de cuentas en el que venían reflejados, con perfecta caligrafía y a un sorprendente nivel de detalle, todos los ingresos y gastos que se producían en las arcas del pueblo. El pueblo es en realidad una pequeña aldea en el norte de la provincia de León, en la que actualmente viven de forma permanente 9 personas, que yo nunca conocí con más de 25 o 30 habitantes y en la que tal vez jamás en su historia hayan cohabitado más de 50 o 60 almas.
Según me han contado, en ocasiones, algún miembro de la Junta del pueblo se tenía que desplazar a realizar gestiones a la capital, lo que suponía una serie de gastos originados por el entonces largo viaje de ida y vuelta. Pero estas gestiones se topaban no pocas veces con el españolísimo “vuelva usted mañana” y entonces, en el cuadernos de cuentas, se reflejaba escrupulosamente los gastos originados por ir a León y no hacer nada.
A otra escala, sería sencillamente inimaginable:
Por ir a Bruselas y no hacer nada………….............……………...525.000 Euros
Por ir a la sede central de la ONU, hablar y que no te escuchen…...450.000 Euros
Por ir a la reunión del G20 y no llegar a un acuerdo…….…..……..375.000 Euros
Conmueve la ingenuidad de semejante anotación. Tal vez la vida en aquella pequeña aldea, en tiempos del abuelo de mi abuelo, fuese mucho más sencilla; hoy en día, en un mundo donde la realidad ha sido vencida por la mercadotecnia, prácticamente nadie reconoce un viaje en balde, mucho menos, un error o una derrota. Solo hay que escuchar los comentarios de los diferentes políticos en una noche electoral, el balance de gestión que hace el Director General de una empresa en quiebra o los comentarios en el bar de aquel al que su mujer le pone los cuernos. Todos parecen encantados.
Excelente entrada! Las cuentas se inflan y los fracasos se enconden.
ResponderEliminarMuy bueno.
¿Quién se resiste a maquillar un poco su propia cuenta de resultados? La ingenieria financiera al alcance de todos. Gracias por tu comentario.
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