En los dos rostros de la parte inferior se puede observarse un hombre
enfadado a la izquierda y una mujer seria a la derecha, ¿Estas seguro? Sepárate
2 o 3 metros (también sirve si la haces más pequeña) y los rostros se
intercambiarán.
El ojo nos engaña solemos decir. Pobre ojo, qué culpa tendrá de nada,
el que nos engaña es nuestro cerebro. Se pueden encontrar decenas, cientos,
miles de ejemplos parecidos en donde se demuestra como la realidad nada tiene
que ver con lo que percibimos. ¿Y si el cerebro no nos engañara un número
limitado de veces con determinadas percepciones muy concretas? ¿Y si nos
engañase siempre? ¿Y si todo lo que veo,
lo que creo que existe, no fuera más que el fruto de mi imaginación? ¿Y si yo mismo fuese fruto de mi propia imaginación?
Una irrealidad dentro de otra irrealidad. Me imagino a mí mismo imaginándome el
mundo que me rodea. Entonces mi imaginación sería Dios. Tal vez todos seamos los
dioses de nuestro propio universo, dioses
imperfectos, en un extraño Olimpo. Siete mil millones de dioses, creando siete
mil millones de universos que en ocasiones son tangentes entre sí.
Como uno de estos días me crea Napoleón prometo hacermelo mirar.
Como uno de estos días me crea Napoleón prometo hacermelo mirar.
Así empezó Napoleón a construir su imperio Europeo, siendo engañado por su cerebro.
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