A pesar de su mala
fama yo he tenido desde niño una clara vocación hacia el oficio de rentista. Desde
que en el colegio me enseñaron las reglas básicas de la aritmética no he parado
de calcular. Calculo, casi de forma obsesiva, la cantidad de dinero que necesito
atesorar para poder vivir el resto de mi vida sin trabajar. Son muchos los que,
con la mejor de las intenciones, me exhortan a que renuncie. No tengo
antecedentes familiares y este es un oficio que suele heredarse de padres a
hijos. No desespero, sé que el tiempo es una variable que juega a mi favor reduciendo el importe necesario. Más tarde o más temprano llegará el día en que al final cuadrarán las cuentas.
A mi ya me cuadran y sin hacer ningún esfuerzo.
ResponderEliminarLo he conseguido.
Si es verdad que con daños colaterales.