Programas de Animación a la Lectura



Cada vez que veo un cartel de esos que incitan a la lectura en librerías, bibliotecas, centros culturales, o lugares por el estilo,  no puedo menos que sonreír. En los diferentes Institutos en los que he trabajado son muchos los Planes de Animación a la Lectura que se han desarrollado y muy variadas las actividades que se han llevado a cabo: jornadas de intercambio de libros, lecturas colectivas, charlas con autores, mesas redondas, ¡qué sé yo…!. Y cada vez que asisto a una de ellas tengo siempre el mismo pensamiento. He estado varias veces a punto de tomar la palabra y explicar a todos aquellos jóvenes un par de cosas y advertirles del riesgo que supone hacer caso de todas esas majaderías.
El dramaturgo Heinrich von Kleist se suicida con su amante a orillas del pequeño río Wannsee, cerca de Berlín. Larra pone fin a sus días, con veintisiete años,  disparándose un tiro en la sien. Ernest Hemingway (el que parece que vivía en una continua fiesta) se dispara en la frente con una escopeta de caza. Virginia Woolf se lanzó al río Ouse, en Rodemell con varios montones de piedras en los bolsillos. Yukio Mishima se suicida siguiendo el milenario rito de los samuráis. Sylvia Plath abre la llave del gas y mete la cabeza en el horno. Paul Celan se arroja a las aguas del Sena a su paso por París. Cesare Pavese ingiere dieciséis envases de somnífero y muere. Tomás González, el día de su vigesimosexto cumpleaños, tras regalarle a su madre flores y un poema, abrió la ventana y se arrojó al vacío.Violeta Parra, cantante (la de “gracias a la vida… que me ha dado tanto…”), compositora, pintora, poeta, hija y hermana de poetas se suicida el 5 de febrero de 1967. José Agustín Goytisolo se arrojó al vacío desde el balcón de su casa. Wenceslao Rodríguez fue encontrado colgado de una viga de la pensión donde vivía. Marina Tsvetaeva se ahorcó en Elábuga. Leopoldo Lugones quema sus libros y muere por ingestión de cicuta.Sergei Esenin se ahorca en el hotel Angleterre después de escribir unos versos con su sangre. La lista sigue y sigue y sigue…

Catulo, poeta y borracho declarado, cantaba las glorias del vino. Del poeta chino Li Po se dice que murió ahogado en el río Yangzi, habiendo caído de su bote al intentar abrazar el reflejo de la luna, estando bajo los efectos del alcohol. El vino fue inseparable del dramaturgo Lope de Vega. Edgar Allan Poe murió después de haber sido encontrado tirado en la calle, frente a una taberna, en estado de delirum tremens. Baudelaire, Swinburne, Verlaine, o Thomas de Quincey hacen del alcohol y la literatura algo inseparable.  De los 7 premios Nóbel Norteamericanos, 5 de ellos eran alcohólicos (Sinclair Lewis, Eugene O’neill, Wiliam Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck). Otros autores como: Jack London, F. S. Fitzgerald, Thomas Wolfe, Dashiell Hammett, Tennessee Williams, Truman Capote, Raymond Carver, etc.. creyeron que la forma correcta de acercarse a las “musas” era bebiendo constantemente. James Joyce era adicto al whisky y Samuel Beckett, quien fue su secretario por un tiempo, heredó su gusto por el preciado líquido. Dylan Thomas cogió con 17 años el hábito de beber; habito que lo llevaría finalmente a la muerte.
 
La lista de suicidas, alcohólicos, depresivos, drogadictos, puteros, ludópatas, maltratadores o cualquier combinación de ellas podría ser interminable… Me temo que algo menos de sensibilidad y literatura y un oficio un poco más mundano (por ejemplo matarife en el matadero municipal) les habría ofrecido una vida infinitamente más feliz.
Leer tiene efectos secundarios y alguno de ellos muy graves. Te llena de angustias, de dudas y elimina todo rastro de certeza… Todo aquello que creías verdadero, todo aquello que te habían enseñado o que habías aprendido, esas cuatro o cinco verdades absolutas en las que uno necesita creer para tirar para adelante y que en muchos casos se te han entregado como legado familiar o cultural saltará por los aires roto en mil pedazos. Hay que ser muy fuerte para vivir, sin angustiarse, pisando una tierra que se abre continuamente bajo tus pies y quien lo consigue, a veces, es a costa de sentir que su reino ya no es de este mundo.

La lectura da conocimiento. Jajajajaja. ¿Para qué sirve tanto conocimiento? Heráclito murió asfixiado en el estiércol. Empédocles se zambulló en el Etna esperando convertirse así en un dios. Las últimas palabras de Hegel refiriéndose a sí mismo, reflejan su angustia y fueron: «sólo un hombre me ha comprendido en la vida, y aun él creo que no me comprendió». Nietzsche acabó sus días totalmente transtornado y loco... para qué seguir.
 
Alguien debería advertir a esos jóvenes que se dejen de tanta lectura y que vivan, que vivan hasta que no puedan más. Y sólo entonces, tal vez, estén preparados para alimentar con libros, dar alas y enfrentarse a la bestia más peligrosa que jamás conocerán: uno mismo.

9 comentarios:

  1. Excelente repaso de las tragedias y desdichas de los grandes escritores.

    Como si la lectura fuera algo inocente... No pondría los Pensamientos de Pascal en manos de un adolescente. Por no hablar de las novelas de Dostoievksi.

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    1. Las bibliotecas deberían obligar a pasar un test psicológico o de madurez antes de regalar el carnet de lector a cualquiera. Ciertos individuos con un libro de Cioran en la mano pueden llegar a ser altamente peligrosos.

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  2. Se te quitan las ganas de escribir, no las de leer. Eres poco persuasivo.

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    1. Touché. Pero detras de todo escritor hay siempre un gran lector. Y como nunca sabremos si fue antes el huevo o la gallina, lo que propongo es simple medicina preventiva.

      PD: Estas dando las primeras muestras de un serio problema. Se empieza leyendo inocentemente, el siguiente paso consiste en escribir para los amigos y familiares en FB, Blogs, etc... y solo Dios sabe como terminará la cosa. Detente ahora que estás a tiempo. ;)

      o

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  3. Hay personas que nunca supieron leer ni escribir y fueron grandes maestros en sus profesiones, eran analfabetos.
    No puedo pasar sin la lectura, mientras más variada mejor. Soy feliz así. Leí desde muy pequeña y conocí a la bestia que mencionas, y no precisamente por la lectura, sino por la vida misma. Otra maestra muy-muy sabia.

    Saludos.

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    1. Como en toda adicción autodestructiva la aparente felicidad que aporta no debería ser ningún consuelo. De todas formas te felicito sinceramente si has sabido encontrar una dosis inocua del veneno.

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  4. No puedo estar mas en desacuerdo amigo Nacho.
    Que el desenlace de la vida de esos genios que apuntas sea trágica a tus ojos no indica que ellos no la esprimieran, no la elevaran a cotas tan altas que diera vértigo a los insignificantes individuos entre los que me encuentro.
    Me cambiaría por cualquiera de ellos.
    Decía Kierkegaard que el hombre que conoce y controla la angustia es libre.
    "En este día perfecto en el que todo madura y en el que no es solo la uva lo que adquiere unos tonos oscuros, acaba de caer en mi vida un rayo de sol. He mirado hacia adelante y hacia atrás y nunca había visto nada tan numeroso ni tan bueno..."
    Así comienza Nietzsche Ecce Homo su autobriografía.

    Juventud empieza a leer ya si quieres disfrutar de tu corta vida.

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    1. No son trágicas, simplemente y como tú bien dices posiblemente las han exprimido tanto que se hayan quedado con el cascajo entre las manos y las hayan elevado tanto que no sólo nos diera vértigo a individuos insignificantes, sino que les ha dado vertigo incluso a ellos mismos.

      La lectura, como cualquier otro vicio, puede proporcionar un placer infinito y hacernos incluso creer que obtenemos una enorme lucidez y un gran conocimiento del mundo, pero desgraciadamente en la mayoría de los casos es algo que sólo nosotros percibimos (efectos parecidos se consiguen también con otros vicios)

      Si yo me tubiese que cambiar por alguien me cambiaría por Heráclito, sin duda. Me gustaría ser un hombre recordado por bañarme cada día en un rio distinto y al final acabar ahogadome en una pila de estiercol. Me parece realmente genial; un símbolo del poco sentido que tiene todo esto.



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  5. Nacho, esas dosis vienen dadas con la experiencia. No me consuelo con lo que hago,digo o leo, sino como bien dice Felipe, con el control de mis emociones y sentimientos; un trabajo desconcertante y otras, placentero.
    ¿Quién encuentra el equilibrio? y ¿a quién no le apetece una dosis de inocua de veneno?.

    Yo creo que me cambiaría por Dios y así salir de dudas.

    Perdona, creo que nos cruzamos en los comentarios en el mismo momento porque en el mío me daba como error al publicarlo.

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