Nihilismo tardío

No sospeché nada cuando me dijo que estaba leyendo “Padres e hijos” de Iván Turguénev, ni cuando me pidió todos los libros que tuviera de Nietzsche. Me hacía gracia que no parara de hablar de la muerte de Dios, de la voluntad de poder, del eterno retorno y del Übermensch; repetía una y otra vez que toda convicción es una carcel, que debe ser superada la moral de rebaño, que no piensa inclinarse nunca más ante ninguna autoridad ni aceptar ningún principio como artículo de fe.
La sonrisa se me torció cuando de su biblioteca poco a poco fueron desapareciendo los libros de Antonio Gala, Kent Follet, Mary Higgins Clark o Barbara Wood y fueron sustituidos por las obras completas de Hamilton, Bakunin, Heidegger, Bataille y Cioran.
Uno siempre puede llegar a asimilar, en ocasiones hasta con un cierto orgullo, que sus hijos se desprendan de todo lo que les ha sido inculcado y pretendan renegar de todo cuanto has tratado de enseñarles, pero que sea uno de tus progenitores el que se esté convirtiendo en nihilista perdido es algo, por más vueltas que le doy, verdaderamente desconcertante.

2 comentarios:

  1. los padres tambien podemos sorprender a los hijos aunque no lo creais. Y alguno es verdad que somos un pelin raros. Pero es que además hay un refran que dice qu nunca es tarde....

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  2. ¿Y si lo hacemos al reves?.
    Les ponemos a leer a Heideger, a Leopardi, a Nietzche...
    Igual cuando sean mayores quieren ser obispos

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