Tengo mi casa llena de mapas.
Subrayo en ellos los nombres de los lugares que me gustaría visitar; uno
mediante líneas de colores varios de esos lugares formando lo que serán las diferentes
rutas de otros tantos diferentes viajes que pretendo realizar. Sobre decenas de
planos callejeros he marcado con rotulador rojo los mejores itinerarios que
permiten conocer, en el escaso tiempo que dura un viaje, la ciudad. Guardo,
para cada itinerario y por orden de visita, fichas-resumen de cada uno de los
lugares de interés que esa ciudad esconde (bares, restaurantes, terrazas y
cervecerías van en ficha aparte).
Sin embargo, cuando
todo está preparado, cuando ya no hay más que ponerse en camino, ese invento
del demonio llamado sofá se apodera de mí y de mi voluntad dejándome paralizado,
susurrándome al oido mil excusas y razones con las que considerar normal que mientras mis estanterías se llenan de guias, mi pasaporte permanezca aún en blanco.
Vamos Nacho, ¡ni que el sofá volara! :)
ResponderEliminarMuy bueno, siempre genial.