La mayoría de los
libros que tengo los he adquirido en mercadillos, rastros, ferias de ocasión,
tiendas de segunda mano o librerías de viejo. La verdad, no entiendo esa
fetichista obsesión que tienen algunos con el dichoso olor a libro nuevo. A mí
el olor a libro nuevo me produce rechazo. Me recuerda excesivamente al olor a
prescindible, a olvido, a lo que huelen, por cierto, casi todas las novedades.
Un libro nuevo huele solamente a libro nuevo; un libro usado adquiere además los
aromas de todas las vidas que ha vivido, de todos los lugares que ha visitado, de
todos los lectores con los que ha estado. Cada vez que acojo en mi casa uno de
esos libros repudiados trato de hallar, a través de las marcas que en él ha
dejado el tiempo y el uso, el aroma de esas “otras vidas” con el que haya
podido quedar impregnado. En muchos casos solo el uso de la imaginación permite
identificar esas sutiles fragancias, pero si su interior esconde una nota, un
subrayado, un billete de autobús o un dibujo hecho a mano, es directamente el
paroxismo.
Y dime Nacho, ¿qué sientes cuando te encuentras con el paroxismo? ¿puedo saberlo?.
ResponderEliminarYo cuando me encuentro con el paroxismo es que no soy persona...
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ResponderEliminarA mi me pasa algo parecido incluso con los libros nuevos que esperan mis anotaciones.
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