Leer a los
clásicos evita la tediosa tarea de tener que leer el periódico diariamente
para entender el mundo. Un mundo que por otra parte y mal que nos pese, es exactamente igual que
era.
“Nosotros
les daremos a todos la felicidad, concluiremos con las revueltas y matanzas
originadas por la libertad. Les convenceremos de que no serán verdaderamente
libres, sino cuando nos hayan confiado su libertad. ¿Mentiremos? ¡No! Y bien
sabrán ellos que no les engañamos, cansados de las dudas y de los terrores que
la libertad lleva consigo. La independencia, el libre pensamiento y la ciencia
llegarán a sumirles en tales tinieblas, a espantarlos con tales prodigios y exigencias,
que los menos suaves y dóciles se suicidarán; otros, también indóciles, pero
débiles y violentos, se asesinarán, y otros -los más-, rebaño de cobardes y de
miserables, gritarán a nuestros pies: "¡Sí, tenéis razón! Sólo vosotros
poseéis su secreto y volvemos a vosotros! ¡Salvadnos de nosotros mismos!
No se les
ocultará que el pan -obtenido con su propio trabajo, sin milagro alguno- que
reciben de nosotros se lo tomamos antes nosotros a ellos para repartírselo, y
que no convertimos las piedras en panes. Pero, en verdad, más que el pan en sí,
lo que les satisfará es que nosotros se lo demos. Pues verán que, si no
convertimos las piedras en panes, tampoco los panes se convierten, vuelto el
hombre a nosotros, en piedras. ¡Comprenderán, al cabo, el valor de la sumisión!
Y mientras no lo comprendan, padecerán. ¿Quién, dime, quién ha puesto más de su
parte para que dejen de padecer? ¿Quién ha dividido el rebaño y le ha
dispersado por extraviados andurriales? Las ovejas se reunirán de nuevo, el
rebaño volverá a la obediencia y ya nada le dividirá ni lo dispersará.
Nosotros, entonces, les daremos a los hombres una felicidad en armonía con su
débil naturaleza, una felicidad compuesta de pan y humildad. Sí, les
predicaremos la humildad -no, como Tú, el orgullo. Les probaremos que son
débiles niños, pero que la felicidad de los niños tiene particulares encantos.
Se tornarán tímidos, no nos perderán nunca de vista y se estrecharán contra nosotros
como polluelos que buscan el abrigo del ala materna. Nos temerán y nos
admirarán. Les enorgullecerá el pensar la energía y el genio que habremos
necesitado para domar a tanto rebelde. Les asustará nuestra cólera, y sus ojos,
como los de los niños y los de las mujeres, serán fuentes de lágrimas. ¡Pero
con qué facilidad, a un gesto nuestro, pasarán del llanto a la risa, a la suave
alegría de los niños! Les obligaremos, ¿qué duda cabe?, a trabajar; pero los
organizaremos, para sus horas de ocio, una vida semejante a los juegos de los
niños, mezcla de canciones, coros inocentes y danzas. Hasta les permitiremos
pecar -¡su naturaleza es tan flaca! Y, como les permitiremos pecar, nos amarán
con un amor sencillo, infantil. Les diremos que todo pecado cometido con
nuestro permiso será perdonado, y lo haremos por amor, pues, de sus pecados, el
castigo será para nosotros y el placer para ellos. Y nos adorarán como a
bienhechores. Nos lo dirán todo y, según su grado de obediencia, les
permitiremos o les prohibiremos vivir con sus mujeres o sus amantes y les
consentiremos o no les consentiremos tener hijos. Y nos obedecerán muy
contentos. Nos someterán los más penosos secretos de su conciencia, y nosotros
decidiremos en todo y por todo; y ellos acatarán, alegres, nuestras sentencias,
pues les ahorrarán el cruel trabajo de elegir y de determinarse libremente.”
“Los hermanos Karamazov”
de Fiódor Dostoyevski
Fantástica entrada. Estos rusos sabían leer entre lineas los bandazos que dabamos y a donde nos dirigíamos.
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