“¿Por qué haces esto? ¿Qué sentido tiene? ¿No
ves que es absurdo? No aguantarás. Con lo bien que estarías en
cualquier otro sitio. Seguro que no aguantarás. ¿Cuánto tiempo ha
pasado? Déjalo ya, es inútil. ¿Qué necesidad hay de esto? Total
por un día, no pasará nada. Si total, nadie te ve. Te detienes
ahora y todo seguirá igual. Es imposible que aguantes. ¿Cuanto
tiempo ha pasado? ¿Solo cinco minutos? Hoy imposible. Venga déjalo
y lo intentas otra vez mañana. No vas a poder. No puedes. No
aguantarás. No aguantas más. Déjalo. Déjalo ya. Venga, ya estuvo
bien por hoy, mañana si eso un poco más pero por hoy ya esta bien.
No ves que no tienes fuerzas ya. No ves que estás totalmente
agotado. No puedes más. Párate ahora mismo. Nadie te obliga a esto.
Párate, párate ya, ya, ya...”
Cada segundo
día, durante media hora, la misma canción. Mucho se habla y se
escribe sobre el poder de la mente. En mi caso no es así. Mi cabeza
siempre se rinde mucho antes que mis piernas, tiraría la toalla nada
más empezar. El cerebro es el más débil y tozudo de los órganos.
Ni siquiera la evidencia de haber sido capaz le convence. Pero el
esfuerzo está dando sus fruto: estoy aprendiendo a no rendirme y a
vivir ignorando a mis fantasmas.