“Lo que un hombre es en sí mismo, lo que le acompaña en la soledad y lo que nadie puede darle ni quitarle, es indudablemente más esencial para él que todo lo que puede poseer o lo que puede ser a los ojos de los demás.” (Arthur Schopenhauer)

Hijos de Europa - Czeslaw Milosz



Nosotros, a quienes la dulzura del día penetra hasta los pulmones
y vemos ramas que florecen en mayo,
somos mejores que los que perecieron.

Nosotros, que saboreamos la comida al masticar
y valoramos en su totalidad los juegos amorosos,
somos mejores que ellos, los enterrados.

De los hornos abrasadores, tras la alambrada donde silba el
viento de interminables otoños,
de las batallas, cuando en un espasmo ruge el viento herido,
nos salvamos gracias a la astucia y al conocimiento.

Enviando a los otros a lugares más peligrosos,
azuzándolos con gritos para la batalla,
retirándonos cuando preveíamos que todo estaba perdido.

Teniendo para elegir la propia muerte y la muerte de un amigo
elegimos su muerte, pensando fríamente: ojalá se cumpla.

Cerramos herméticamente las puertas de las cámaras de gas, robamos pan
sabiendo que el día siguiente sería más duro que el anterior.

Como corresponde a los hombres, conocimos el bien y el mal.
Nuestro malicioso conocimiento no tiene igual en la tierra.

Hay que dar como demostrado que somos mejores que ellos,
crédulos, impulsivos pero débiles, que valoraban poco su propia vida.

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