Siempre me pasa lo mismo. Me pierden los detalles sin
importancia. Me atraen las elucubraciones inútiles y los saberes
menos “productivos” para mis propios intereses. A mi
padre, por ejemplo, le hubiese gustado que yo hubiera estudiado
música. Lo intentó de mil maneras distintas pero todos sus
esfuerzos fueron inutiles para su pesar y ahora, visto con el tiempo,
también para el mio. Recuerdo haber asistido durante un año, no
se... tal vez dos, a clases de piano pero fué imposible. Hoy podría
saber solfeo, armonia, composición,... podría disfrutar tocando un
piano de pared en el salón de mi casa. Pero no hubo manera. El tiempo
que debería haber pasado haciendo escalas y acordes lo dediqué a
intentar desentrañar el para mí incomprensible y extraordinario
misterio de que no hubiera teclas grises.
una asignatura pendiente sin más
ResponderEliminarMás que una asignatura pendiente, uno de los muchos ejemplos de mi atracción fatal por lo intranscendente.
EliminarNunca el tiempo es perdido.
ResponderEliminarTu destino era ser bailarín en Egipto.
Ja,ja,ja,ja.... ya no hablo tanto de Egipto, reconócelo; y lo de bailarin ¿no lo soy?
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