“Lo que un hombre es en sí mismo, lo que le acompaña en la soledad y lo que nadie puede darle ni quitarle, es indudablemente más esencial para él que todo lo que puede poseer o lo que puede ser a los ojos de los demás.” (Arthur Schopenhauer)
El Presocrático
Paseaba
despacio, con pasos cortos, distraído y mirando al cielo. Contemplaba la gran
bola de fuego que lo iluminaba todo y las nubes que mudaban lentamente. Fuego,
aire, agua…Especulaba sobre el principio material de la Naturaleza e intentó,
por primera vez, aparcar todos los mitos, todos los dioses y dudar, dudar de
todas las explicaciones oídas hasta entonces. Intentaba, a su manera, describir
de una forma completamente racional la naturaleza del mundo que le rodeaba. La
razón, el logos, como única herramienta. De repente, alzó la voz y dijo:
-
Papa, mama…. Si
el Sol está en el cielo y es fuego, y la lluvia cae del cielo ¿Por qué el agua
del cielo no apaga el Sol?
No
recuerdo la explicación, solo recuerdo la cara del niño. Su expresión parecía
decir: “No comprendéis nada”. Fue, seguramente, como si Homero hubiese respondido
a las dudas de Tales. Siguió paseando, al lado de sus padres y mirando al
cielo, no sé si buscando otras preguntas o, tal vez, otras respuestas.
El final de una arcadia
Ayer bajé, como todos los días, a mi hijo Darío al parque. Esparcidos por el suelo había pelotas, coches, camiones, palas, rastrillos, cubos… todo ello de varios niños que en aquel momento se encontraban en el parque. Hasta ahora cada vez que un niño se acercaba y le cogía la pelota, sencillamente, se agachaba, cogía otro juguete y a otra cosa mariposa. Pero ayer algo cambió, de repente, mientras estaba sentado en un balancín un niño se acercó y cogió su pelota. Se bajó del balancín como un rayo, se fue hacia el niño y directamente le quitó la pelota, la cogió con las dos manos y se plantó inmóvil delante del niño mirándolo desafiantemente. Hubo algún intento de recuperar la pelota, pero Darío, con arrojo torero, movía la pelota a un lado y a otro evitando las envestidas del otro niño con sus pies anclados en la arena, al mismísimo estilo José Tomás.
Cuando
los dos niños detuvieron sus movimientos y comenzaron a mirarse fijamente a los
ojos pensé: “o hago algo ahora o se va a liar parda”. Fue entonces cuando Darío
sonrió maliciosamente y señaló con su pequeño dedo un camión rojo que había en
el suelo. El otro niño lo cogió y se intercambiaron pacíficamente sus juguetes.
Los dos salieron corriendo en direcciones opuestas, felices con sus nuevas
adquisiciones.
Sé
que hay que ir quemando etapas. La arcadia de la propiedad colectiva (lo que
está en el parque es de los que están en el parque) fue bella, pero duró lo que
duró y sé que llegará un día en el que lo quiera todo, la pelota y el camión. Mientras
tanto, respiro tranquilo, aliviado, bendiciendo las virtudes de la negociación
y el trueque.
Un poema de Wislawa Szymborska
PROSPECTO
Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.
Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.
Eres todavía un hombre joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?
Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido
por haber caído de pies.
Véndeme tu alma.Funciono en casa,
soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.
Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.
Eres todavía un hombre joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?
Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido
por haber caído de pies.
No habrá más comprador.
Ya no hay otro demonio.
De "Si acaso" 1978
Delirios de grandeza
En los dos rostros de la parte inferior se puede observarse un hombre
enfadado a la izquierda y una mujer seria a la derecha, ¿Estas seguro? Sepárate
2 o 3 metros (también sirve si la haces más pequeña) y los rostros se
intercambiarán.
El ojo nos engaña solemos decir. Pobre ojo, qué culpa tendrá de nada,
el que nos engaña es nuestro cerebro. Se pueden encontrar decenas, cientos,
miles de ejemplos parecidos en donde se demuestra como la realidad nada tiene
que ver con lo que percibimos. ¿Y si el cerebro no nos engañara un número
limitado de veces con determinadas percepciones muy concretas? ¿Y si nos
engañase siempre? ¿Y si todo lo que veo,
lo que creo que existe, no fuera más que el fruto de mi imaginación? ¿Y si yo mismo fuese fruto de mi propia imaginación?
Una irrealidad dentro de otra irrealidad. Me imagino a mí mismo imaginándome el
mundo que me rodea. Entonces mi imaginación sería Dios. Tal vez todos seamos los
dioses de nuestro propio universo, dioses
imperfectos, en un extraño Olimpo. Siete mil millones de dioses, creando siete
mil millones de universos que en ocasiones son tangentes entre sí.
Como uno de estos días me crea Napoleón prometo hacermelo mirar.
Como uno de estos días me crea Napoleón prometo hacermelo mirar.
Tao Te Ching, de Lao Tse
A la hora de leer soy muy anárquico y
tremendamente desordenado, unas lecturas me llevan a otras en un orden o
secuencia sólo coherente para mí. Si bien suelo prestar atención a los libros
que me recomiendan, me gusta recorrer solo el camino que lleva de un libro a
otro. Avanzar así, puede que tenga sus riesgos, llegar a callejones sin salida,
quedar durante algún tiempo varado o picotear de libro en libro perdido y sin
rumbo fijo; aun así, todo ello queda compensado por la emoción que siento
cuando ese camino me lleva a lugares nuevos e inesperados. En uno de esos
lugares, despues de meses de vagar erráticamente, llevo algunas semanas semanas
felizmente instalado: el lejano oriente.
Es un mundo que nunca me ha
interesado de una manera especial. He leído a muy pocos autores orientales, y
todos modernos: Yukio Mishima, Kenzaburo Oe, Yasunari Kawabata, Gao Xingjian pero
poco más. Mi interés, sin saber muy bien
por qué, se ha centrado ahora en textos tradicionales orientales. Una entrada anterior de este blog estaba dedicada a un
libro, el Hagakure, que dio inicio a este apasionante viaje. Este fin de semana
he leido el
Tao Te Ching, libro escrito aproximadamente hace 2.500 años y considerado uno
de los textos referenciales del pensamiento oriental. Atribuido a Lao Tsé está compuesto
de máximas breves, en torno al concepto de Tao. He intentado investigar un poco
para saber qué es eso del Tao pero la búsqueda ha sido estéril y mi mente
occidental se topa, una y otra vez, contra un muro. La definición más clara y
exacta que he encontrado es: “El Tao verdadero es el Tao verdadero”. Lao Tsé lo
dice en la primera de las 81 partes en las que se divide el texto: “El Tao que
puede expresarse con palabras no es el Tao eterno”.
Mis
conocimientos sobre Taoísmo, sobre la cultura china, sus costumbres, tradiciones y pensamiento son
nulos, por eso sé que me estoy perdiendo
una gran parte de las ideas que este libro encierra, que hay mucho más de lo
que yo creo entender oculto tras esa sucesión constante de paradojas. Pero la
ignorancia es atrevida y juego a buscarle, si no el sentido, al menos mi
sentido. Creo que, como ocurre con el Tao, los grandes problemas de los hombres
son los grandes problemas de los hombres, aunque a esos hombres les separen 9.000Km
o 2.500 años. La globalización tal vez no sea un invento tan moderno.
Fragmentos
del Tao Te Ching:
Para
mantenerse en plenitud, ¡cuánto mejor detenerse a tiempo!
No
hay que verter agua en un vaso lleno.Si continuas afilando y usando la espada, no durará mucho su filo.
Si llenas tu casa de oro y jade, ¿quién podrá resguardarla?
El exceso en todo provoca la desgracia.
Ésta es la Ley del Cielo:
¡Retírate una vez realizado tu trabajo!
Treinta radios se unen en una rueda; del agujero del centro depende el uso del carro.
Hacen los vasos de arcilla; es el espacio vacío de su interior el que le da su utilidad.
Construyen puertas, paredes y ventanas en una casa; pero son los espacios vacíos los que la hacen habitable.
Así, mientras lo tangible tiene ventajas, es lo intangible de donde proviene lo útil.
Sólo la Nada penetra en donde no hay espacio.
Por esto conozco las ventajas del No-Hacer.
Pocas cosas bajo el cielo son tan instructivas como las lecciones del silencio, o tan beneficiosas como los frutos del No-Hacer.
Sin salir más allá de tu puerta, puedes conocer los asuntos del mundo.
Sin asomarte a través de la ventana, puede ver al Tao Primordial.
No es necesario viaja más lejos para conocer más.
Así pues, el Sabio conoce sin viajar, ve sin mirar, y logra sin actuar.
Nada en el mundo es más blando y débil que el agua; mas ¡no hay nada como el agua para erosionar lo duro y lo fuerte!, pues nada puede reemplazarla.
Que lo débil venza a lo fuerte y lo blando a lo duro, es algo que todos conocen pero que nadie practica.
Lo dejo aquí, Las Analectas, El arte de la guerra y Li Po me están esperando.
14N - Éxito clamoroso
Parece ser que la jornada de huelga de ayer fue un éxito para todos. Unos están realmente satisfechos, pues la huelga fue seguida masivamente por los trabajadores y la gente salió mayoritariamente a la calle a manifestarse. Los otros están también satisfechos, pues la participación fue reducida y no fue lo suficientemente transcendente como para tener que hacer modificaciones en su hoja de ruta. Al parecer todos contentos.
En vista de los resultados, mis más sinceras felicitaciones a todos, a los unos y a los otros.
Hagakure
Ha llegado a mis
manos, de una forma casual, un pequeño libro escrito por Yamamoto Tsunetomo, un
samurái del siglo XVIII que tras la muerte de su señor se retira a las montañas
a escribir las reglas del bushido o “camino del guerrero”. Su título es Hagakure
(se puede traducir como “a la sombre de las hojas”) y es una recopilación de breves
ideas que describen el código guerrero de los samurái. Dejo aquí alguna de
ellas:
La
vida humana sólo dura un instante, es necesario tener la fuerza de vivirla
haciendo lo que más nos gusta. En este mundo fugaz como un sueño, vivir en el
sufrimiento no haciendo más que cosas que nos disgustan es una pura locura. Sin
embargo, este principio, mal entendido, puede ser nocivo, por ello he decidido
no enseñarlo a los jóvenes...
Existe
un proverbio que reza: "Cuando el agua sube, el barco también." En
otras palabras, frente a las dificultades, las facultades se agudizan. Es
cierto que los hombres valientes cultivan seriamente sus talentos cuando las
dificultades con las que están enfrentados son importantes. Es un error
imperdonable dejarse abatir por las dificultades.
Existe lo que se llama la actitud durante la
tormenta. Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se puede o bien
correr lo más aprisa posible o bien colocarse rápidamente bajo los aleros de
las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Si uno ya
estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría a fin de
cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar este
principio con provecho en todas las situaciones.
Complejidad
“A fe que no fue tan piadoso Eneas como Virgilio le pinta,
ni tan prudente Ulises como le describe Homero”
Miguel de Cervantes
La realidad es lo suficientemente compleja como para que sea, en mi opinión, imposible retratarla en un articulo de prensa o en los pocos minutos que dura un informativo. Me temo que todo lo que ocurre, es el fruto de incontables causas, de múltiples factores que interrelacionados entre sí se ponen en movimiento como si de una reacción química en cadena se tratase. No me fio de los análisis simplistas que reducen la realidad a eslóganes, que para todo encuentran un único culpable o causa y aun así, a pesar de mi escepticismo, muchas veces claudico y los doy por buenos.
Es humana la necesidad de simplificación, todos necesitamos respuestas simples a todas las cuestiones por complejas que estas sean, explicaciones sencillas que podamos comprender y que den seguridad y coherencia a nuestra propia visión del mundo.
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